Lo que me fascina del trabajo de documentación para un libro es que siempre acabas encontrado cosas de lo más curiosas. Y es que la sociedad victoriana nunca deja de asombrarme.
Parece ser que en aquella época, muchas damas sufrían una enfermedad conocida como «histeria femenina». Los síntomas eran muy variados: acaloramiento, insomnio, irritabilidad, dolor de cabeza, nervios, mala conducta, … Vamos, cualquier comportamiento que se saliera de lo normal.
¿Tratamiento? Masturbación genital por parte de un médico.
Aún lo estoy asimilando y todavía no sé si echarme a reír o a llorar. Imaginaos la situación de muchas mujeres, sin ningún tipo de conocimiento sobre su propio cuerpo ni sus necesidades naturales, cuya feminidad e instintos sexuales eran catalogados de «enfermedad». Cualquier acción que se saliera de su hábito esperado de comportamiento era tildado de «histeria» y se solicitaba la visita de un médico para solucionarlo.
Y tampoco es que fuese una labor médica de la que avergonzarse, muchos de ellos promocionaban sus habilidades en los periódicos y llegaron a tener una gran demanda. Vamos, que si el médico en cuestión era joven y atractivo, como Joshua Richmond, más de una fingiría los síntomas para sentir las manos de ese hombre sobre su cuerpo (yo incluida, jejeje).
Ahora, hablando en serio, muchas de esas mujeres no tenían contacto físico con ningún hombre más que aquellos instantes de placer otorgado por las expertas manos de un médico, ¿que creéis que ocurrió? Pues sí, la «histeria» se tornó en una de las enfermedades más populares entre las damas de la época. Tal fue la situación que el médico Joshep Mortimer Granville, cansado de hacer tantos «masajes», ideó un artilugio mecánico que pudiese solventar el problema.
Fue así que en 1870 patentó el primer vibrador electro-mecánico con aspecto fálico. Su diseño dista de ser bonito y sensual, pero era efectivo: en menos de diez minutos conseguía que las mujeres liberasen su deseo sexual reprimido y que se deshiciesen de su «histeria», al menos por un tiempo.
A este le sucedieron otros modelos, cada vez más pequeños y manejables, que evolucionaron hasta los sofisticados diseños que tenemos hoy en día.
Así que, la próxima vez que utilices un vibrador para solucionar tu problema de «histeria», piensa en toda la historia que tiene detrás. Es broma, piensa mejor en algún tío bueno que conozcas, que así será más efectivo.